Punto de encuentro

En un tiempo donde no abundan los soñadores, ni tampoco los locos cuerdos que quieran desfacer entuertos en nuestro mundo, Punto de Encuentro, quiere ser una instancia de diálogo para ayudar en la construcción de una sociedad más humana. Recordando al Quijote, ojalá hayan más que tomen su lanza y escudo para recuperar nuestra capacidad de soñar y de tomar el riesgo de la aventura.

domingo, diciembre 24, 2006

Palabra de Fellini


Se edita en castellano sus entrevistas con Constanzo Constantini
Madrid- Un aviso antes de adentrarse en la vida y obra «felliniana»: si su cine actuaba como espejo deformante de sus recuerdos, su vida, relatada por él mismo, no podía ser menos. Porque en «Fellini. Les cuento de mí» (Editorial Sexto Piso), libro inédito hasta ahora en España, el periodista Constanzo Costantini, amigo del director, recopila las entrevistas que le hizo desde su debut en «El jeque blanco» (1951) hasta el Oscar honorífico que le fue otorgado en 1993, poco antes de su muerte.
«Reunía las contradicciones italianas: abierto y cerrado, extrovertido e introvertido, expansivo y retráctil», dice el autor en la introducción. Y es que siempre ha habido dos «Fellinis», el que él mostraba en su imagen pública y el verdadero. El libro trata de arrojar un poco de luz sobre este último.
Estas conversaciones suponen un compendio de las obsesiones que plasmaba en cada película. Por ejemplo, el erotismo, que le marcó desde su infancia, cuando vivió su primera experiencia sexual con una criada llamada Marcela, «un pimpollo de muchacha con un cuerpo vagamente animalesco».
Porque las mujeres estuvieron omnipresentes en su cine, despertando en él respeto y admiración. «En las mujeres me veo a mí mismo, en el sentido de que proyecto en ellas mis carencias. Representan lo que no tenemos, (...) proyectamos sobre ellas nuestra oscuridad», comenta.
Nacido en Rímini en 1920, tuvo la suerte de contar con unos «padres perfectos que nunca me obstaculizaron», aunque les dio algún disgusto. «Mi madre era muy religiosa, y el hecho de que su hijo hubiera realizado “La dolce vita”, condenada por la Iglesia, le hizo sufrir». De hecho, su educación católica le caló hondo. Rara es la película que no contiene alguna alusión punzante. «
Yo no soy muy proclive a la revolución, pero el catolicismo me dio ese mínimo de rebelión, a lo mejor un poco traviesa, que me rescata», dice con ironía. «La dolce vita» es, precisamente, una de las películas que más cita. Su gran éxito comercial, en el que mostraba a una Roma decadente, ejemplificaba esa relación de amor-odio con la ciudad. Muy crítico con los momentos que le tocaron («vivimos en una sociedad hecha de egoísmos tan estratificados que la gente se ha vuelto inconsciente») y visionario en cuanto al poder de la televisión («...esa seducción que da oprimir un botón y sentirse los dueños del mundo...»), Fellini también desvela su particular ideario cinematográfico: «El cine es arte y circo. Es una carpa de saltimbanquis, viajar a bordo de una “nave de los locos”. Es un arte autónomo, emparentado como mucho con la pintura por la luz». No es de extrañar que afirme la influencia que tuvo en él el psicoanalista Ernst Bernhard: «Me hizo entender que la vida onírica no es menos importante que la diurna, especialmente para un artista».
Fuente: La Razón de España