Punto de encuentro

En un tiempo donde no abundan los soñadores, ni tampoco los locos cuerdos que quieran desfacer entuertos en nuestro mundo, Punto de Encuentro, quiere ser una instancia de diálogo para ayudar en la construcción de una sociedad más humana. Recordando al Quijote, ojalá hayan más que tomen su lanza y escudo para recuperar nuestra capacidad de soñar y de tomar el riesgo de la aventura.

martes, enero 30, 2007

Del Blog más frío del mundo: Cabo de Hornos


20 de enero de 2007.- Acabamos de levar anclas en el Cabo de Hornos. Son las 15:03 PM y fondeamos frente a la Isla de Hornos esta mañana sobre las 8:00 AM tras haber salido del canal de Beagle a eso de las cuatro de la madrugada.
El día amanecio nublado y sin viento, y conforme avanzaba se ha aclarado totalmente, de forma que el cielo y el mar parecían competir para ver cuál exhibía el azul más intenso. Algo totalmente inusual en un sitio que presume de tener uno de los peores climas del mundo.
La isla es alta y rocosa y no ofrece más que acantilados por todas partes. En un promontorio se alza el faro que bien podría haber inspirado a Julio Verne su novela del Faro del Fin del Mundo, pues realmente ésta es la última tierra que existe antes de llegar a la Antártida. La costa es abrupta y en muchos casos se rompe en agujas de piedra que parecen colmillos y dan al paisaje un carácter indómito y salvaje.
Aprovechando el buen tiempo las zodiacs nos han desembarcado en una pequeña caleta rocosa de donde parte una escalera que nos lleva a la cima del acantilado del Cabo de Hornos. En él se encuentra situado el faro y un monumento a los marineros que perdieron la vida en esta agua y que están representados por la silueta de un albatros con las alas abiertas.
La isla se encuentra cubierta de hierba y no hemos visto árboles, probablemente debido a que los fuertes vientos no los dejan crecer. Hoy, no sopla absolutamente nada de viento y hasta hace calor, pero la familia que está al cargo del faro cuenta que no hace mucho soportaron una galerna con vientos de más de 200 Km/h. Y eso que estamos en pleno verano austral.
Ellos, un matrimonio con un hijo pequeño, son los únicos habitantes de esta isla y llevan viviendo aquí ya año y medio. Son unas personas extremadamente amables que nos dan la bienvenida con la alegría del que no ve muchas caras nuevas habitualmente.
Un sendero elevado hecho de tablas lleva al faro, donde además existe una pequeña capilla hecha de troncos. El mismo sendero nos lleva a la colina donde se eleva el monumento en honor a los marinos muertos. Un rombo dentro del cual se recorta la silueta de un albatros. En total, la visita dura algo más de una hora, y tenemos que volver al barco porque todavía quedan compañeros por bajar. Así que nos despedimos de estas tierras sabiendo que hemos tenido un raro privilegio, pues no son muchas las personas que pueden poner pie aquí.
Dice la tradición que los marinos que doblaban el Cabo de Hornos obtenían el derecho a ponerse un pendiente en la oreja y eran reconocidos como bravos marinos que habían luchado y sobrevivido a uno de los peores cabos del mundo. El otro, con iguales privilegios para quienes lo vencieran, es el cabo de Buena Esperanza. Yo, de momento, me conformo con haberlo pisado. Eso sí, nadie asegura que pasado mañana más de uno no tenga ya un agujero en la oreja para colocar el preceptivo pendiente. Y ahora sí, ya sin ningúna otra dilación ponemos rumbo al Sur y a la Antártida.
Me despido con el poema que se encuentra grabado en el monumento del albatros a los marinos muertos:
“Soy el albatros que te esperaen el final del mundo.Soy el alma olvidada de los marinos muertosque cruzaron el Cabo de Hornosdesde todos los mares de la Tierra.Pero ellos no murieronen las furiosas olas.Hoy vuelan en mis alashacia la eternidad,en la última grietade los vientos antárticos”
Sara Vial, Diciembre 1992
Un abrazo antártico.