Punto de encuentro

En un tiempo donde no abundan los soñadores, ni tampoco los locos cuerdos que quieran desfacer entuertos en nuestro mundo, Punto de Encuentro, quiere ser una instancia de diálogo para ayudar en la construcción de una sociedad más humana. Recordando al Quijote, ojalá hayan más que tomen su lanza y escudo para recuperar nuestra capacidad de soñar y de tomar el riesgo de la aventura.

miércoles, agosto 24, 2005

LA TATA

A propósito del Día Nacional de la Solidaridad, hay gestos que realmente conmueven y que quisiera compartir ya que en ellos se va mostrando una cultura solidaria, tan necesaria en una sociedad que se ha ido deshumanizando.
En diferentes épocas de nuestra estadía en la capital, hemos tenido dos nanas que nos han acompañado en diferentes ocasiones. Ellas son la Tata y la Carmen.
La Tata, que venía una vez a la semana, vivía con su marido Gabriel, ya que todos sus hijos, ya mayores, están fuera de la casa. Gabriel, trabajaba en una fábrica y ellos llevaban una vida tranquila. Pero un día llegó nuestra buena Tata con una terrible noticia, su marido tenía cáncer y le habían dado seis meses de vida.
Fueron momentos en que el acompañamiento espiritual fue necesario y de mucha ayuda para ella.
También ocurrió que en este tiempo, quedé sin trabajo y por lo tanto nos vimos obligados a apretarnos el cinturón y hubo que decirle que no podríamos seguir contando con su trabajo.
Su primera y única reacción fue: “Por ningún motivo los voy a dejar. Soy cristiana y ahora que ustedes están en problemas, necesitan como nunca ayuda. Ya tendrá trabajo y ahí me pagará”.
Palabras, que nos emocionaron hasta las lágrimas. A los pocos días, nos avisa que Gabriel ha empeorado y que tenía un mes de vida. Fuimos con mi mujer a verlo al hospital para conocerlo y también, en cierto modo, despedirnos de él.
Fue un mes en que toda la familia aprovechó de conversar, de acompañarse y prepararse para lo inevitable.
Justo el 18 de agosto, Día Nacional de la Solidaridad, acompañamos a la Tata y a su familia a la misa y al posterior entierro de Gabriel.
Estaba muy triste la Tata, ante la partida de su compañero, la abrazamos y vimos en su mirada la gratitud por haberla acompañado en ese momento tan difícil para ella.
La vida continúa, pero lo que queda son los gestos solidarios y sobre todo el de la Tata, que nos hacen tener la certeza de que nuestra sociedad puede ser más humana, pero que depende de todos nosotros ir construyéndola.